martes, 6 de enero de 2015

TRANSTORNO DE PÁNICO 1


El trastorno de pánico se enmarca dentro de los trastornos de ansiedad según el DSM-IV-TR, y puede darse con o sin agorafobia. Se caracteriza por la presencia de ataques de pánico y el temor a experimentar nuevos ataques.
1. Un ataque de pánico es una reacción de miedo o malestar intenso que se presenta de forma repentina y alcanza su máxima intensidad en cuestión de dos o tres minutos, diez como máximo, acompañado de al menos cuatro de trece síntomas somáticos o cognitivos: palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardiaca, sudoración, temblores o sacudidas, sensación de ahogo o falta de aliento, sensación de atragantarse, opresión o malestar en el pecho, náuseas o molestias abdominales, inestabilidad, mareo o desmayo, sensación de irrealidad o de estar separado de uno mismo (despersonalización), miedo a perder el control o volverse loco, miedo a morir, sensación de entumecimiento u hormigueo, escalofríos o sofoco.
2. La agorafobia suele ir asociada al trastorno de pánico, aunque no siempre. Se puede definir como el miedo a estar en lugares o situaciones de los cuales pueda ser difícil o embarazoso escapar o en los cuales pueda no disponerse de ayuda en el caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares a los del pánico (mareo, caída, despersonalización, desrealización, pérdida del control de esfínteres, vómito, molestias cardíacas). Como consecuencia de este miedo, la persona evita las situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o necesita ser acompañada. Otro elemento fundamental del cuadro agorafóbico es el “miedo al miedo”.
Características del trastorno de pánico:
- Crisis de Pánico Recurrente: las cuales constituyen la principal manifestación de trastorno. Se caracterizan por ser episodios de angustia de intensidad extrema, inicialmente de comienzo brusco y sin motivo aparente, con intensos síntomas físicos, asociados a sensaciones de muerte, terror o descontrol. Con el curso de la enfermedad también se presentan crisis de intensidad limitada, y que el paciente siente que puede controlar. Estas crisis leves tienen gran importancia en la evolución de la enfermedad, ya que suelen pasar desapercibidas, y de esta forma favorecer la persistencia de síntomas residuales y seguida de recaídas.
- Ansiedad Anticipatoria: estado de preocupación casi permanente, por temor a que las crisis se repitan. Pudiendo llegar a ser el síntoma que más sufrimiento produce, ya que acompaña a la persona de un modo continuo.
- Conductas de Evitación (Agorafobia): Se intenta evitar situaciones o lugares que se asocian con nuevos episodios, o bien, con la dificultad de huir o recibir ayuda oportuna en caso de una nueva crisis (por ejemplo, evitar salir o viajar solo, espacios cerrados, muy concurridos o aislado, reuniones sociales, usar transporte público, pasar por un túnel…
Por tanto, la esencia del trastorno de pánico es que el paciente teme que los síntomas inofensivos sean la señal de un peligro real… la interpretación catastrófica de esos síntomas inofensivos genera un estado de miedo que produce, de manera natural, que dichos síntomas aumenten en intensidad produciendo una espiral de ansiedad rápidamente creciente que desemboca en la crisis de pánico.
Las personas que sufren crisis de pánico se preocupan de una forma característica en relación con las implicaciones o consecuencias que aquéllas pueden tener en su vida. Algunas personas temen que las crisis de pánico anuncien la aparición de una enfermedad no diagnosticada que puede poner en peligro su vida (p. ej., enfermedad coronaria…), a pesar de controles médicos repetidos que descarten esta posibilidad. Otros creen que están volviéndose locos, que están perdiendo el control, o que están al borde de la muerte…
La preocupación por la posible aparición de nuevas crisis de angustia o sus posibles consecuencias suele asociarse al desarrollo de comportamientos de evitación que pueden reunir los criterios de la agorafobia, en cuyo caso debe efectuarse el diagnóstico de trastorno de angustia con agorafobia.
La edad de inicio del trastorno de pánico tiene lugar entre el final de la adolescencia y la mitad de la cuarta década de la vida, con un pico de incidencia al final de la adolescencia y otro pico de menor entidad en la mitad de la cuarta década de la vida. Un número reducido de casos puede iniciarse en la segunda infancia, y el trastorno también puede aparecer en mayores de 45 años, aunque es muy poco frecuente.
Causas del trastorno de pánico
- Psicológicas: Las personas con trastorno de pánico parecen tolerar con mayor dificultad situaciones en las que se ven amenazadas sus relaciones interpersonales importantes. Suele existir el antecedente de un estilo familiar aprensivo y sobreprotector. Además, al presentar crisis de pánico, produce gran inseguridad y dependencia, incluso en personas previamente muy bien adaptadas.
- Biológicas: Existen numerosas evidencias que apoyan la existencia de una desregulación de funciones de Sistemas Nervioso Central, concretamente de la amígdala, la cual regula la respuesta al miedo. Asimismo, existe una predisposición familiar a presentar el problema, lo que significa que la enfermedad no se hereda sino que existe una mayor susceptibilidad a enfermar.
- Ambientales: La mayor parte de las personas que sufren trastorno de pánico han experimentado situaciones de vida relacionadas con pérdidas, abandono, separaciones, u otros eventos de la vida significativos, previas al inicio de los síntomas. Estos mismos antecedentes se pueden identificar en la infancia o adolescencia de las personas afectada.
Diagnóstico diferencial
- El diagnóstico de trastorno de angustia no debe efectuarse si las crisis de angustia se consideran secundarias a los efectos fisiológicos directos de una enfermedad médica, en cuyo caso el diagnóstico adecuado es trastorno de ansiedad debido a enfermedad médica (por ejemplo, crisis hipoglucémicas, hipertiroidismo, feocromocitoma, síndrome de Cushing, etc).
- Tampoco debe diagnosticarse un trastorno de angustia si las crisis de angustia se consideran secundarias a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas, fármacos), en cuyo caso el diagnóstico adecuado es trastorno de ansiedad inducido por sustancias.
- Debe diferenciarse de otros trastornos mentales (p. ej., otros trastornos de ansiedad y trastornos psicóticos) que también pueden asociarse a crisis de angustia. En la fobia social, en el trastorno obsesivo compulsivo, en las fobias específicas, en el trastorno por estrés agudo o el trastorno por estrés postraumático, el miedo esta desencadenado por un estímulo externo (aunque no siempre es fácil de identificar), se temen unas pocas situaciones específicas y se da menos ansiedad anticipatoria. En el trastorno de ansiedad generalizada los síntomas son menos intensos y más duraderos, y las preocupaciones no son por estos síntomas.
Hipocondría: Tanto en el pánico como en la hipocondría se malinterpretan señales corporales. Pero en la hipocondría no son sólo señales propias de la ansiedad (palpitaciones, sudoración, mareo…) sino de otro tipo, por ejemplo un pequeño lunar se interpreta como un tumor maligno. Además en la hipocondría se cree que la amenaza se dará pasado un tiempo, mientras que en el pánico uno cree que se morirá o perderá el control inmediatamente. También pueden darse ambos diagnósticos.
Trastorno de despersonalización: experiencia persistente y recurrente de sentirse un observador externo de los propios actos físicos o mentales, que puede acompañarse de sensación de extrañeza respecto al mundo real (desrealización). En el pánico también puede estar presente, pero junto con otros síntomas. Es frecuente la “anestesia” sensorial y la falta de respuesta afectiva, y no se suelen dar episodios de gran ansiedad tan delimitados como en el pánico.
Trastorno de ansiedad por separación: Se inicia en la infancia y tanto ansiedad como evitación se centran en problemas relacionados con la separación de figuras con las que se han establecido lazos afectivos.