martes, 6 de enero de 2015

EL DUELO EN LA INFANCIA 2


Formas de presentación del duelo normal
Sentimientos normales durante el duelo, solo el grado de intensidad elevado y la prolongación en el tiempo los hacen disfuncionales:
  • La tristeza.
  • El enfado (inmediatamente tras la pérdida); frustración ante el hecho de “no haber podido hacer nada” y una cierta experiencia regresiva de rabia por el sentimiento de desamparo cuando se quiere a alguien y se le pierde.
  • La culpa y el autorreproche;“no haber hecho todo lo posible” para evitar esa pérdida.
  • La ansiedad; creencia de no poder cuidar de sí mismos y sensación de incrementar la conciencia de muerte personal.
  • La soledad.
  • La fatiga.
  • La impotencia.
  • Estados de shock, siendo más frecuentes ante las pérdidas repentinas, accidentales, atentados, catástrofes naturales…
  • La emancipación; positivo cuando la pérdida representa una liberación (personas autoritarias y rígidas, exigentes).
  • El alivio; por ejemplo, en el caso de afecciones graves y de larga evolución, suele acompañarse de fuertes sentimientos de culpa.
  • La insensibilidad.
Sensaciones físicas ante cualquier somatización de la infancia y la adolescencia hay que explorar la posible existencia de un duelo en, al menos, los 6 meses precedentes. Quejas frecuentes son:
  • Alteración del sueño (por ejemplo, pesadillas con la persona desaparecida, insomnio de conciliación)
  • Trastornos esfinterianos, como conducta regresiva somatizada, sensación de “vacío” gástrico.
  • Opresión en el pecho con sensación de ahogo.
  • Sensación de falta de aire.
  • Debilidad muscular y astenia, cansancio fácil.
  • Sensación y vivencia de falta de energía.
  • Sequedad de boca.
  • Abdominalgias, náuseas y vómitos, acompañados con otros síntomas vegetativos.
  • Sensación vertiginosa.
Alteraciones cognitivas:
  • Incredulidad (accidental, catástrofe, atentado).
  • Confusión, dificultad para concentrarse en los estudios, olvido de cosas.
  • Preocupaciones excesivas.
  • Sentimiento de presencia, en los momentos posteriores a la muerte.
  • Alucinaciones, tanto visuales como auditivas, que suelen ser experiencias ilusorias pasajeras en las semanas posteriores a la desaparición del ser querido. No son pronósticas, pero no es raro que desconcierten a los familiares y a algun@s profesionales.
Comportamientos con una amplia variedad e intensidad en su manifestación; en muchas ocasiones, los niñ@s exhiben este tipo de conductas como respuesta a los que muestra la figura parental presente. El tiempo de permanencia y la intensidad de los comportamientos desviados nos darán el pronóstico de estas alteraciones.
  • Trastornos del sueño.
  • Trastornos alimentarios.
  • Facilidad para la distracción y falta de atención.
  • Aislamiento social, incluyendo la pérdida de interés por el mundo externo (por ejemplo, aficiones, deportes…)
  • Sueños con la persona desaparecida.
  • Evitar actos o sitios que pudieran recordar a la persona desaparecida.
  • Buscar y llamar en voz alta a la persona desaparecida.
  • Hiperactividad con desasosiego.
  • Llanto.
  • Visitar lugares o llevar consigo objetos que recuerdan al desaparecido. La figura parental presente induce esos comportamientos en los niñ@s y los acompaña de comentarios de altísimo contenido disfuncional.
  • Atesorar objetos del desaparecido, sobre todo se hace con la ropa o con utensilios de uso cotidiano.
Duelo y depresión
La depresión es diferente al duelo tanto en la forma de presentación de la tristeza como de la culpa, la autoestima y de la dirección de la agresividad. Según Sidmung Freud, en el duelo el mundo parece pobre y vacío, mientras en la depresión es la propia persona la que se siente pobre y vacía.
Las investigaciones aportan datos acerca que cuándo aparece una depresión mayor en el curso de un duelo:
  • En personas con algún trastorno o funcionamiento premórbido de la personalidad o con cursos subclínicos de alteraciones depresivas y, sobre todo, existen antecedentes familiares de algún tipo de trastorno mental.La forma de presentación del duelo es propia de cada niñ@. Para entender el duelo en la infancia hay que identificar la forma de expresión del duelo en la figura parental presente. Las somatizaciones en la infancia deben hacer presagiar la presencia de un duelo en los últimos 6-12 meses.
  • Elaboración en el duelo infantil. Cómo ayudar a un niñ@ a afrontar la muerte de un ser querido
  • Ayudar a identificar sentimientos del duelo, en relación con lo que sucede en la familia.
  • Ayudar a la elaboración del duelo en la figura parental presente.
  • Objetivo: dirigirse hacia los que están presentes.
  • El duelo lleva su tiempo.
  • Resituar al ausente… en el recuerdo… en el corazón… pero no con presencia activa.
  • Identificar e interpretar las conductas “normales” del duelo.
  • Permitir las diferencias individuales.
  • Saber acompañar a lo largo del tiempo que dure el duelo.
  • Identificar factores de riesgo para remitir a psiquiatría infantil.
Cómo y cuándo dar la noticia
Lo mejor es hacerlo lo antes posible, aunque resulta doloroso y difícil hablar de ello con el niñ@; es necesario buscar el momento y lugar adecuado y explicarles con palabras sencillas y sinceras, (por ejemplo: “Ha ocurrido algo muy triste. Papá ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir. Le queríamos mucho y sabemos que él también nos quería. Lo vamos a echar mucho de menos, muchísimo”).
Explicar cómo ocurrió la muerte, lo haremos con pocas palabras. Por ejemplo: “Ya sabes que ha estado MUY enfermo durante mucho tiempo. La enfermedad que tenía le ha causado la muerte”. El niño puede tener miedo de morir ante cualquier enfermedad banal, por lo que es importante recalcarles que las personas sólo se mueren cuando están MUY enfermas, y tienen una enfermedad que muy poca gente coge.
Si la muerte fue por un suicidio, de nada sirve ocultarlo, ya que se enterarán igualmente por alguien ajeno a la familia, siendo preferible explicarle al niñ@ qué es el suicidio y responder a sus preguntas.
¿Qué decir a un niñ@ si nos pregunta por qué ha muerto?
No pasa nada por decirles que nosotros también nos hacemos las mismas
preguntas, o que simplemente no sabemos la respuesta. Son preguntas complejas de responder. Es bueno se sepan que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Los niños en su fantasía pueden creer que algo que pensaron, dijeron o hicieron causó la muerte. Por ejemplo, si un niño dice: “me hubiera gustado ser más bueno con mamá, así ella no habría muerto”, debemos decirle con calma pero con firmeza que no ha sido culpa suya.
¿Qué se debe hacer?
Mantenerse física y emocionalmente cerca del niñ@. Permitirle estar cerca, sentarse a su lado, sostenerlo en brazos, abrazarlo, escucharle, llorar con él…
Puede ser adecuado también buscar momentos para estar separados: dejarle sólo en su habitación, dejarle salir a jugar con un amigo…
El niñ@ presiente enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias en la familia. Es bueno decirle que, aunque estamos muy tristes por lo ocurrido, vamos a seguir ocupándonos de él lo mejor posible.
También puede temer ser abandonado por el familiar sobreviviente. Asegurarle que, aunque está muy afectado por la pérdida, se encuentra bien y no le va a pasar lo mismo. Con frecuencia, lo que más ayuda a los niños frente a las pérdidas, es reencontrar el ritmo cotidiano de sus actividades: el colegio, sus amigos, sus juegos familiares, las personas que quiere. También es importante garantizarle el máximo de estabilidad posible (S. Weis).
¿Se debe permitir que participe en los ritos funerarios?
Después de los 6 años los niños pueden asistir a funerales y no debe preocupar a los padres que vean gente llorando… Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Si es posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos.
Si los padres intentan distraerlo de cualquier forma producirán el efecto de que la tragedia no ha ocurrido. A no ser que el niño no quiera ir de ninguna manera al funeral, en cuyo caso no hay que forzarlo. De todas formas, no se debe negar la posibilidad de participar en épocas de tristeza porque se le están negando también los efectos curativos del dolor.
Animarle a expresar lo que siente
Los niñ@s viven emociones intensas tras la pérdida de una persona querida, aunque no siempre lo expresen. Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza…) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente, y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación.
Frases como: “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “tienes que ser razonable y portarte como un niñ@ mayor”, pueden interrumpir la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue. Hay que tener en cuenta que su manera de expresar el sufrimiento por la pérdida, no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Lo más habitual es apreciar cambios en el carácter y en el humor, disminución del rendimiento escolar, alteraciones en la alimentación y el sueño…
Por tanto, debemos estar atentos ante la aparición de algunos signos de alerta como:
  • Llorar en exceso durante periodos prolongados
  • Rabietas frecuentes y prolongadas
  • Apatía e insensibilidad
  • Un periodo prolongado durante el cual el niño pierde interés por los amigos y por las actividades que solían gustarle.
  • Frecuentes pesadillas y problemas de sueño.
  • Pérdida de apetito y de peso.
  • Miedo de quedarse solo.
  • Comportamiento infantil (hacerse pis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo…) durante tiempo prolongado. Frecuentes dolores de cabeza solos o acompañados de otras dolencias físicas.
  • Imitación excesiva de la persona fallecida, expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido.
  • Cambios importantes en el rendimiento escolar o negativo de ir al colegio.