domingo, 25 de enero de 2015

ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA

VICTIMAS DE ABUSO SEXUAL EN LA INFANCIA
El inicio de la investigación sobre maltrato infantil se dirigió, casi en exclusiva, al análisis de los malos tratos de tipo físico. No obstante, cuando se abusa sexualmente de un menor no sólo hay un daño físico, sino que generalmente existe también una secuela psicológica. Debido en numerosas ocasiones a la ausencia, de un daño físico visible y/o la no existencia de un conjunto de síntomas psicológicos que permitan su detección y diagnóstico explícito, el abuso sexual infantil ha sido una tipología difícil de estudiar.
Por otro lado, se añaden las dificultades relacionadas con el tabú del sexo y, en especial, al relacionar éste con infancia, así como el escándalo social que implica su reconocimiento.
En la definición de abuso sexual infantil la mayoría de autores siguen los criterios de coerción y asimetría de edad propuestos por Finkelhor y Hotaling y corroborados por López.
La coerción se refiere al contacto sexual mantenido con un menor mediante el uso de la fuerza física, la amenaza, la presión, la autoridad o el engaño, y ha de ser considerada criterio suficiente para etiquetar una conducta de abuso sexual, independientemente de la edad del agresor.
Por su parte, la asimetría de edad impide la verdadera libertad de decisión del niño/a e imposibilita una actividad sexual compartida, ya que los participantes tienen experiencias, grado de madurez biológica y expectativas muy diferentes…
Las formas más comunes de abusos sexuales a menores son: el incesto, la violación, la vejación y la explotación sexual (Gallardo 1997).
Respecto al agresor, éste pertenece mayoritariamente al entorno cercano de la víctima, bien sean familiares o persona relacionadas con ella (profesores, entrenadores, etc), en ambos casos son las situaciones más frecuentes y duraderas y no suelen darse conductas violentas asociadas.
En otros casos los agresores son desconocidos, este tipo de abuso se limita a ocasiones aisladas, sin embargo, puede estar ligado a conductas violentas o amenazas de ellas al menos en un 10-15% de los casos (Lanyon, 1986).
Las víctimas de abuso sexual suele ser más frecuentemente mujeres que hombres en una franja de edad entre los 6 y 12 años. Hay un mayor número de niñas en el abuso intrafamiliar (incesto), con una de dad de inicio anterior (7-8 años), y un mayor número de niños en el abuso extrafamiliar (paidofilia) con una edad de inicio posterior (11-12 años). Entre los agresores también se han encontrado mujeres agresoras (López, 1995).
Tratamiento del abuso sexual infantil
El abuso sexual presenta diferentes formas y por tanto también el tratamiento ha de ser diferente: no es lo mismo si ha existido o no contacto físico íntimo, vaginal o anal; si ha consistido en exhibicionismo o inducción al menor a realizar actividades sexuales.
Arruabarrena (1996) distingue el tipo de intervención según su grado de urgencia. No es igual una intervención en el momento de la crisis que una intervención a medio o largo plazo. El tipo de intervención depende también de las necesidades específicas del menor y de la severidad de sus problemas (Arruabarrena y de Paúl, 1994).
Según Peterson y Urquiza (1993) deben tenerse en cuenta además, las características del niño: edad, capacidad verbal, madurez emocional, etc.
Según Jiménez (1997) la familia, debe incluirse en la medida en que tenga un papel directo en la etiología y mantenimiento del problema.
Objetivos del tratamiento
El primer objetivo de cualquier programa de tratamiento del abuso sexual en la infancia es el de proporcionar seguridad a la víctima y evitar la ocurrencia de futuros nuevos abusos (Brenner, 1987).
Se centran en ayudar al menor a entender, integrar y resolver aquellas experiencias que afectan a su desarrollo, a sus pautas de interacción con el entorno y, a su seguridad. En el contexto de la psicoterapia individual, el terapeuta ejerce hacia el niño el rol de un adulto con el que se puede relacionar de manera sana y segura. De esta manera se pretende que el niño recupere la confianza básica en sí mismo y aprenda a relacionarse de manera adaptativa con otros adultos y con sus iguales (Urquiza y Winn, 1994).
Gallardo (1997) indica además que el tratamiento debe ir encaminado a optimizar aquellas potencialidades que han quedado afectadas y a eliminar aquellas que favorecen el descontrol. Distingue tres niveles de intervención: a nivel físico, emocional y comportamental.
Echeburúa y Guerricaechevarría (2000) proponen como objetivos de las intervenciones, los siguientes:
  • Como objetivo de la terapia psicoanalítica sería la “catarsis emocional” que consiste en favorecer la comunicación del paciente de las experiencias vividas.
  • Objetivos de la psicoterapia cognitiva serían: la reestructuración cognitiva y el entrenamiento en habilidades específicas de afrontamiento de estrés.
  • Objetivos del tratamiento conductual serían aumento o implantación de conductas deseables y reducción o eliminación de las indeseables.