martes, 6 de enero de 2015

TÉCNICA DE LA TORTUGA


Autocontrol de la conducta impulsiva en niños
La técnica de la tortuga fue elaborada por Scheneider y Robin (1990) para desarrollar en el niño habilidades de autocontrol de las conductas disruptivas y agresivas, como insultar, empujar, dar puñetazos, patadas, etc. Es aplicable a niños de Educación Infantil y primer ciclo de Educación Primaria.
La técnica de la Tortuga puede ayudar a los niños a aprender a expresar sus sentimientos. Cuando un niño impulsivo da golpes sin mirar a quién, puede estar expresando una emoción legítima, pero… de una forma inadecuada y las consecuencias que se derivan de su acción pueden ser negativas para él y/o para los otros. 
Con esta técnica de la Tortuga se enseña al niño a canalizar la expresión de sus emociones de una manera apropiada.
Objetivo básico de esta técnica
Proporcionar a los niños, medios para que puedan canalizar su propia ira, es decir, ante provocaciones o situaciones conflictivas que les llevan a responder con conductas agresivas, la técnica de la tortuga pretende enseñar a los niños a controlar esa agresividad,  a analizar de manera adecuada las situaciones y a responder a las mismas de forma autocontrolada.
Se empieza contando la siguiente historia
Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…)
años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña
Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en asa
con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender
cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y
pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de
las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido
hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el
profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A
ella lo que loe gustaba era ir enredando con los demás niños,
meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella erfesa
un poco duro.
Cada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo
haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto
era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre
acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en
líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y la
Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se
sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera
podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenia más de trescientos
años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le
hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la
enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y
estaba muy dispuesta a ayudarla: “¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente
voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a
tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabia
de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué
tienes tu concha? Tu te puedes esconder en tu concha siempre que
tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de
romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes
descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así
la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña
Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este
nuevo secreto de la escuela.
Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba
cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a
sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y
devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga
le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido
como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado.
Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le
podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su
profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella. Continuó usando
su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le
molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien.
Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy
contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál
era su mágico secreto”.
La Pequeña Tortuga iba a la escuela cada día más contenta, y se
introducía dentro de su concha cada vez que otros niños le pegaban,
le insultaban, le rayaban su hoja, o cuando ella se encontraba
rabiosa, enfadada sin saber muy bien el motivo… Su profesor estaba
muy contento y le animaba a que lo siguiera haciendo y a veces le
premiaba. Pero la pequeña tortuga en ocasiones tenía sensaciones de
enfado o rabia, o se encontraba mal después de que se metiera en su
concha y aunque se quedara allí no desaparecían. Ella quería ser
buena, llevarse bien con sus compañeros obtener el premio que a
veces le daban, pero los sentimientos de enfado a veces eran muy
fuertes y le tentaban diciéndole “pequeña Tortuga, por qué no le
devuelves el golpe cuando el profesor no te está mirando y te quedas
ahí tan tranquila,…” La Tortuga no sabía que hacer, estaba muy
desconcertada, ella quería meterse dentro de su concha pero estos
sentimientos de enfado la tentaban para hacerlo mal.
Entonces recordó a la vieja y sabia Tortuga que la había ayudado
hacía tiempo. Antes de ir a la escuela corrió a la casa de la enorme
Tortuga, se lo contó todo y le preguntó que podría hacer. Le dijo:
tengo sentimientos de enfado en mi estómago después de meterme
en mi concha. Los sentimientos me dicen que pegue, pero yo no me
quiero meter en líos, ¿Qué puedo hacer para detener mis
sentimientos de enfado?”
La Tortuga más sabia de las sabias Tortugas de la ciudad, que tenía
la respuesta, sacudió por un momento su cabeza, se quedó un rato
callada, y entonces le dijo a la pequeña Tortuga: “Cuando estés
dentro de tu concha, relájate. Suelta todos tus músculos, y ponte en
situación como si te fueras a dormir, deja que tus manos cuelguen,
relaja tus pies, no hagas nada de fuerza con tu tripa, respira lenta y
profundamente, deja ir todo tu cuerpo y los sentimientos de enfado
también se irán… piensa en cosas bonitas y agradables cuando te
estés relajando. Si no te sale yo le diré a tu profesor que te enseñe.”
A la pequeña Tortuga le gustó la idea. Al día siguiente cuando fue a la
escuela se lo contó a su profesor todo lo que la vieja Tortuga le había
enseñado. Cuando un compañero le hizo rabiar se metió en su concha
y se relajó. Soltó todos sus músculos y se quedó un ratito fijándose
como la tensión y los malos sentimientos desaparecían. La Tortuga se
puso muy contenta, continuó consiguiendo más premios y alabanzas
y al profesor le gustó tanto la idea que le enseñó a toda la clase”.
Fases de entrenamiento
- Primera fase (semanas 1 y 2), se le enseña al niño a responder a la palabra “tortuga” cerrando los ojos, pegando los brazos al cuerpo, bajando la cabeza al mismo tiempo que la mete entre los hombros y replegándose durante unos segundos, y después relaja a la vez todos lo músculos.
Segunda fase (semana 3 y 4), el niño aprende a relajarse. Para ello, tensa todos los músculos mientras está en la posición de tortuga, mantiene la tensión durante unos segundos, y después relaja a la vez todos los músculos.
Tercera fase (semana 5), pretende conseguir la generalización en la utilización de la posición de tortuga y la relajación a diferentes contextos y situaciones.
Última fase (semana 6), se decida a la enseñanza de estrategias de solución de problemas interpersonales.
En cuanto a las recompensas, se ha encontrado que con niños particularmente disruptivos, el refuerzo social (alabanzas…) algunas veces no funcionan como refuerzo; en estos casos se puede utilizar al principio refuerzos como caramelos, chuches… Los refuerzos se tienen que dar inmediatamente y de forma contingente a la respuesta de la tortuga.
Los niños no utilizaran la técnica si no son recompensados por realizarla. Reforzando cualquier intento de Tortuga que el niño haga. En el momento en que se vea a los niños realizando alguna de las conductas disruptivas objetivo se les debe dar la indicación de realizar la Tortuga. Se puede decir algo como: “Tortuga” o “Ahora puedes hacer la Tortuga”. Se les incita a ello y se les refuerza de forma inmediata si la realizan.
Es muy probable encontrar a los niños emitiendo la respuesta de la Tortuga para obtener el refuerzo, sobre todo si éste es externo (caramelos, chuches…).
Es importante cambiar el sistema de refuerzos, se va a pasar del uso de un refuerzo social (alabanza del adulto, reconocimiento de los herramos, etc.) o material (caramelos, chuches…) de forma continuada al uso intermitente del mismo, llegando un momento en que cese de forma total su utilización.