domingo, 25 de enero de 2015

AGRESORES SEXUALES


La agresión sexual conlleva dos tipos de agresiones que se entremezclan, la violenta y la sexual: 
La conducta agresiva motivada por un sentimiento de ira, que refleja dificultades en el control de los impulsos o en la expresión de los afectos, y que se materializa en una violencia impulsiva.
La conducta premeditada y planificada, la cual expresa una alto nivel de insatisfacción y no genera sentimientos de culpa, materializándose en violencia instrumental.
A pesar de que la conducta de agresión sexual es grave, en la mayoría de los casos los sujetos que la llevan a cabo NO sufren rasgos psicopatológicos, por lo que no se les pueden incluir de forma genérica como sujetos que padecen trastornos mentales. 
Por lo que se puede afirmar que el perfil psicopatológico del agresor sexual no existe. Existen rasgos que, dentro de una población, pueden explicar una parte proporcional de su conducta agresiva sexual. Con lo que dentro de la violencia sexual se debe profundizar en las motivaciones de este tipo de agresores así como en las variables que favorecen y/o propician la conducta de agresión sexual. 
Tipología de agresores sexuales, basada en el empleo de conductas impulsivas…
Agresión sexual instrumental
Originada usualmente hacia una víctima desconocida. La elección de la víctima es fortuita, la premeditación se halla en el contexto específico para ejecutar la agresión, producido en situaciones en las que la posibilidad de ser descubierto sea mínima (nocturnidad, lugares solitarios, espacios de difícil escapatoria…)
La primera agresión con éxito se convierte en un impulso irresistible de dominio, de poder, por lo que se convierte en un fuerte refuerzo positivo para la comisión de las consiguientes agresiones. Determinada por la humillación y atemorización de la víctima, generando un elevado nivel de violencia verbal, materializado en amenazas, insultos humillantes, así como violencia física, reteniéndola con fuerza e intimidación, y en ocasiones, incluso a través de la exhibición de armas.
Dentro de esta tipología de agresores sexuales lo importante es el componente agresivo de la acción y no el comportamiento sexual asociado a ella, motivo que hace que la reincidencia sea elevada en estos casos. Los de mayor peligrosidad son aquellos en los que coexiste un trastorno antisocial de personalidad, que denominamos psicópatas, ya que la violencia que ejercen durante la agresión es desmedida, siendo ésta totalmente instrumental, por lo que pueden llegar a un ensañamiento brutal con la víctima.
Agresión sexual impulsiva
Siendo la base de la agresión sexual, dos variedades que mantienen un comportamiento impulsivo:
1. La agresión sexual como objeto de deseo, en la cual los sujetos fantasean, dentro de su contexto cotidiano, con alguna persona conocida (vecina, compañera trabajo, barrio,..) hasta que dan el salto a la agresión sexual, ya que conocen que si no es así, mediante el asalto, la intimidación, abuso de autoridad, coacción, no hubiesen tenido acceso a la víctima. La víctima es conocida por el agresor sexual y durante un cierto tiempo ha sido el componente principal de sus fantasías sexuales.
En este tipo de agresores sexuales no suele coexistir ningún tipo de patología sexual, pero sí mantienen una vivencia de la sexualidad centrada en la fantasía que, unida en muchos casos al consumo de pornografía, puede facilitar la comisión de la conducta agresiva sexual.
2. La agresión sexual con causa de justificación, la cual se produce en un contexto de inicio de una relación, generalmente en zonas de ocio, donde se inicia un juego de conquista interpersonal, por lo que se establece la confianza de la víctima. Dentro del juego de seducción se producen distorsiones cognitivas por parte del agresor, ya que inicia un lenguaje indirecto y ambiguo, dando por sentado que la mujer lo entiende, lo acepta, no llegando a plantearse la posibilidad de que la víctima ponga límites a su demanda sexual. La motivación se centra en una hostilidad latente hacia la figura femenina, realizan un análisis equivocado de la situación y los estímulos presentes son codificados como provocadores y licitadores de la relación sexual.
En esta tipología de agresores se encuentra, una alta inseguridad en su atractivo sexual, incapaces de plantear sus demandas con el sexo opuesto de forma clara y directa ante un temor, en muchos casos irracional, a una negativa que serían incapaces de aceptar y asimilar. Sus distorsiones cognitivas se asientan sobre el rol masculino, considerando la manifestación sexual como algo propio del varón por lo que se identifican con las conquistas consumadas, hecho que hace que la negativa no entre, a nivel cognitivo, dentro de las posibilidades existentes en las relaciones interpersonales.
Estos sujetos suelen tener un desarrollo socializador precario, con muchas carencias afectivas, con escasas habilidades sociales, así como una baja capacidad de control en situaciones de interacción con el sexo femenino. Motivo que hace que ante una situación de este tipo, sin premeditación y sin altos niveles de agresividad lleguen a cometer la agresión sexual. Suele ir unido al consumo de sustancias tóxicas, especialmente el consumo de alcohol, lo que permite una mayor desinhibición en la conducta del agresor y una mayor culpabilización en la víctima ante las instancias judiciales.
Agresión sexual dentro del ámbito familiar
Dentro de la tipología de maltratadores domésticos, los que mayor riesgos conllevan de violencia sexual, corresponde a un hombre inestable emocionalmente, extrovertido, poco responsable con sus obligaciones de pareja, con altibajos en su estado de ánimo y tendencia a experimentar ansiedad que se libera al llegar a casa, es entonces cuando puede comportarse explosivamente y con maltrato físico y/o sexual. No existe reconocimiento de la agresión sexual pues la víctima es su mujer.
En estos casos puede coexistir el consumo de alcohol, como bebedor excesivo regular, con problemas para mantener el trabajo, por el hábito de consumo y a la extensión de éste a lo largo del día. Con determinada edad puede detectarse un cierto grado de deterioro alcohólico con bajo control de los instintos (exigencias sexuales) y conductas explosivas sin ningún estímulo. Los problemas sexuales del agresor o incapacidad de éste para mantener la relación sexual son atribuidos erróneamente a la víctima, con lo cual, ante la incapacidad de mantener una relación sexual completa, desata unos elevados niveles de ira contra ella.
La agresión sexual a menores se suele dar dentro del contexto familiar y cercano del menor, aunque no siempre; puede darse en el entorno conocido de la víctima menor (víctimas de un pedófilo), siendo menos habitual que se dé en forma de asalto en la vía pública.
En cuanto al abuso sexual que se produce contra menores cuando el agresor es de sexo femenino, queda infravalorado, y en caso de su descubrimiento la agresora queda justificada y respaldada por la incredulidad que muestra el entorno y el sistema judicial ante el testimonio de la víctima.
Las familias en las cuales uno de sus miembros abusa sexualmente de un menor suelen estar caracterizadas por su aislamiento social, siendo la familia la única fuente de refuerzo y apoyo emocional. Son rígidas, cerradas, con escasos contactos sociales, y muestran, en su mayoría, una significativa soledad emocional y social.
El rasgo de personalidad base de un agresor que abusa de un menor en su contexto familiar, suele estar en graves dificultades de relación afectiva y sexual con los adultos, puede existir una relación patológica con el cónyuge, por lo que recurren a los menores sobre los que pueden actuar mediante el mecanismo de superioridad. Las deficiencias en su personalidad se detectan por la inmadurez que presentan, a nivel afectivo y sexual, por lo que emergen deficiencias en su comportamiento sexual. La familia se convierte en un lugar para desarrollar el abuso sexual con una alta tasa de secretismo, dado el contexto en el que tiene lugar y las vinculaciones de apego que se establecen con los menores
Agresión sexual a menores (paidofilia)
La paidofilia se encuentra clasificada dentro de los trastornos sexuales y de la identidad sexual como una parafilia. En estos casos se requiere de una preferencia sexual por los niños y púberes, de 13 años o menos, el sujeto debe tener al menos 16 años y que medie entre la víctima y el agresor al menos cinco años de diferencia.
 Dentro de esta tipología a nivel clínico se distinguen dos formas:
Los de tipo exclusivo, en los cuales solo existe atracción por los menores. Solo ha mantenido relaciones sexuales con menores, siendo este tipo de víctimas la única fuente de placer sexual. Los actos que llevan a cabo son premeditados y persistentes y quedan protegidos en la psique del agresor por las distorsiones cognitivas, especialmente la justificación y la proyección, que les permite no sentir sentimientos de culpa o malestar por la comisión del abuso.
Los de tipo no exclusivo,en los que las relaciones sexuales se extienden a los adultos y no solo a menores. Éste mantiene relaciones sexuales con los adultos pero generalmente se acompañan de fantasías pedofílicas. El inicio de la relación con menores suele estar asociado a una situación de estrés y vulnerabilidad emocional. En estos casos suele aparecer una fuerte disociación cognitiva con los hechos, ya que los percibe como conductas anómalas, llegando a mostrar fuertes sentimientos de vergüenza y culpa. Este hecho motiva que la comisión de los abusos se lleve a cabo de forma episódica e impulsiva.
Agresión sexual en adolescentes
Los delitos contra la libertad sexual realizados por menores, salvo excepciones, suelen cometerse en el medio donde el menor desarrolla su vida (colegio, barrio, discotecas,…), motivo que hace que las víctimas en muchos casos sean también menores de su propio entorno.
Si bien en casos de agresiones sexuales de adultos, es un delito que se suele cometer en solitario, se pueden denominar como “delitos de soledad”, no es infrecuente que en las agresiones sexuales de menores éstas pueden llegar a producirse en grupo, con todo lo que ello conlleva hacia la víctima, ya que la agresión de uno se contagia de forma que, cuanto mayor capacidad de agresividad se es capaz de exhibir, mayor refuerzo se obtiene para la comisión posterior de nuevas conductas agresivas.
El consumo de alcohol y otro tipo de drogas, en algunas ocasiones, está asociado en la comisión de los hechos de agresión sexual en los adolescentes.
Su característica es la pertenencia a grupos sociales carenciales, desde el punto de vista de la familia. Han crecido con carencias afectivas importantes, baja escolarización, observación de situaciones de violencia, humillaciones, falta de respecto, vejaciones hacia la mujer, etc. En este aspecto las últimas investigaciones arrojan resultados contradictorios ya que ha crecido el número de agresores menores que estaban insertados en una estructura familiar y social normalizada. Es un campo de relevante interés en los últimos años y todavía son necesarias futuras investigaciones que analicen en profundidad las variables psicológicas que median en jóvenes agresores sexuales.
Agresión sexual con rasgos psicopatológicos
El agresor sexual no suele padecer trastorno mental, y cuando se aprecia a veces solo existen rasgos que no alcanzan la entidad suficiente para elevarlos a la categoría de trastorno, y por lo tanto atenuar la responsabilidad penal, y en otros casos no existe nexo de causalidad entre la comisión del delito con el trastorno mental que se padece.
Lo que mayoritariamente se asocia a la agresión sexual son los trastornos de personalidad, no quedando con ello excluidas otras entidades diagnósticas, siendo las de mayor frecuencia las que se detallan a continuación:
1. Trastorno antisocial de personalidad: es el trastorno de personalidad que con mayor frecuencia aparece en los agresores sexuales, o al menos tienen rasgos marcados de esta categoría. Actúan de forma preferente en el asalto callejero, y junto con el delito contra la libertad sexual suelen cometer otro tipo de ilícitos como el robo.
2. Trastorno de personalidad esquizoide: son personas solitarias, retraídas con escasa expresividad, padecen déficits en las relaciones interpersonales y de habilidades sociales. Son agresores que aprovechan la oportunidad que se les presenta, o bien recurren a menores por resultarles de más fácil acceso que los adultos. a.3) trastorno de personalidad límite: el patrón base de conducta está marcado por una alta inestabilidad emocional, con dificultades en las relaciones interpersonales, marcada impulsividad, y frente consumo de tóxicos que pueden derivar en una agresión sexual. La víctima suele ser conocida, novias esporádicas, o una exnovia con la que quieren reiniciar la relación.
3. Trastorno sádico de la personalidad: este tipo de agresores utilizan la forma de violencia para conseguir lo que desean. En la agresión se desea infligir daño, miedo, horror, humillar… pudiendo culminar en la relación sexual o no, ya que en muchos casos se liberan de las tensiones surgidas de sus conflictos personales con el entorno social, especialmente con la mujer.