domingo, 25 de enero de 2015

AGRESIONES SEXUALES (1)


La agresión sexual es cualquier contacto o acto de índole sexual NO consentido, es decir, todo comportamiento de naturaleza sexual realizado sin el consentimiento válido de la otra persona. Incluye conductas como el exhibicionismo, palabras obscenas, tocamientos o violación. 
Aunque afecta a ambos sexos, las mujeres son las víctimas más frecuentes y los hombres, los agresores.
Se pueden distinguir:
Agresiones sexuales
Que es cualquier acto contra la libertad sexual de otra persona utilizando para ello la violencia o la intimidación. La forma más grave de agresión sexual es la violación. En las víctimas de agresiones sexuales el grado de intensidad del trastorno de estrés postraumático es independiente del tipo de agresión sufrido (violación consumada vs. intento de violación) (Echeburúa, Corral, Sarasua y Zubizarreta, 1996).
Abuso sexual
Es un atentado contra la libertad sexual de la persona en el que no se utiliza la violencia o la intimidación pero sí el engaño, la coacción o la sorpresa. Se refiere a cualquier conducta sexual mantenida entre dos personas (al menos una de ellas menor), entre las que existe una situación de desigualdad (por razones de poder o de edad).
Las conductas abusivas incluyen un contacto físico (genital, anal o bucal) o suponen una utilización del menor como objeto de estimulación sexual del agresor o también de terceras personas, como cuando se utiliza a un niño para la producción de pornografía (Mandansky, 1996). A parte de menores se incluirían aquí los abusos cometidos sobre personas que no pueden prestar consentimiento válido por tener limitada su capacidad volitiva (como enfermos psíquicos, o personas con discapacidades psíquicas).
Acoso sexual
Es la exigencia de favores de naturaleza sexual, en que el acosador aprovecha una situación de superioridad, que puede ser laboral, docente o similar. La no aceptación supone castigos y amenazas para la víctima y tienen la peculiaridad de suponer una transgresión del libre consentimiento de otra persona. Lo excitante de estas conductas parafílicas reside precisamente en la transgresión, es decir, en la actuación sobre la otra persona en contra de su voluntad.
Las ofensas sexuales abarcan todo tipo de conductas sexuales que van en contra de la libertad o de la libre aceptación de las personas.
Se incluyen toda una serie de comportamientos sexuales que se pueden clasificar:
Según el destinatario de la conducta sexual
  • Incesto.
  • Paidofilia.
Según la conducta sexual en sí misma
  • Acoso sexual en el trabajo.
  • Exhibicionismo.
  • Frotteurismo.
  • Llamadas telefónicas obscenas.
  • Violación y agresiones sexuales.
  • Voyeurismo.
La agresión sexual es una experiencia altamente traumática que amenaza la integridad física y psíquica de la persona agredida. Aunque no haya tenido consecuencias serias para su salud física, su psiquismo responderá para defenderse de la agresión. Por tanto, durante las primeras semanas la persona puede experimentar sensaciones desagradables que son la respuesta adaptativa normal a una experiencia traumática anormal.
Reacciones psicológicas más frecuentes en mujeres que han sido agredidas sexualmente:
Reexperimentación del trauma
En la que una y otra vez aparece el recuerdo de la agresión en forma de pensamientos, imágenes, sensaciones o percepciones. Estos recuerdos aparecen involuntariamente, aunque no se deseen. A menudo, provocan sentimientos de miedo intenso, vulnerabilidad, indefensión, rabia, tristeza o culpa. A veces, se tienen recuerdos e imágenes muy reales como si se volviera atrás en el tiempo y se reviviera de nuevo la agresión (flashbacks), lo que produce una gran confusión y desorientación.
Otra forma de reexperimentar la agresión, de noche y durante el sueño, es a través de las pesadillas que reproducen de nuevo la agresión o que tienen un contenido simbólico de peligro, de amenaza o de sentirse atrapada.
Hay que tener en cuenta que tal reexperimentación corresponde a un intento de nuestro cerebro de dar sentido a la experiencia, de asimilar e integrar lo que ha pasado.
Miedo y ansiedad
Estas emociones son frecuentes en situaciones de peligro o de amenaza, son una reacción de defensa. Permiten protegerse y ser prudente. El miedo y la ansiedad pueden experimentarse también ante objetos o situaciones que le recuerden o se asocien a la agresión. Estímulos antes neutros o positivos pueden ahora desencadenar una intensa sensación de miedo o ansiedad al estar asociados al recuerdo de la agresión.
Sensación de irrealidad
Durante los primeros días se puede dudar sobre si la agresión ha ocurrido realmente, existe dificultad para aceptar lo sucedido, la persona evita cualquier ayuda, se retrae, no cuenta nada a nadie. A veces, en un intento de volver a la vida normal, se retoman las actividades previas a la agresión como «si nada hubiera pasado», «estoy bien, ya pasó todo», no se habla del tema, se rechaza la ayuda profesional y la de las personas cercanas. Esto es un intento de la mente para desconectarse de lo ocurrido, poner distancia y darse un respiro para la recuperación.
Vivir en estado de alerta permanente (arousal)
Tras la agresión sexual el sistema de alarma o autoprotección del organismo se activa y permanece activado, como si el peligro pudiera volver a suceder en cualquier momento. Lo que produce la sensación de vivir en un estado de alarma sostenida y constante. No es extraño que la persona se sobresalte con facilidad, que esté impaciente e irritable o que experimente dificultades para concentrarse y conciliar el sueño, que experimente sensación de inseguridad, de intranquilidad y temores continuos, incluso en lugares seguros.
Son frecuentes los síntomas físicos de tensión muscular, temblores, sudoración, taquicardia o sensación de falta de aire. Todas estas reacciones nos permiten estar siempre a punto para responder a cualquier situación de peligro, pero resultan agotadoras si se prolongan en el tiempo y hacen difícil organizarse y tomar decisiones como lo hacía antes.
Cuando una mujer sufre una agresión sexual está atenta a todo y vigilante. Es una reacción de nuestro organismo que nos agota, pero que nos protege al mismo tiempo. Una vez pasada la amenaza ya no es necesario mantenerla, pero a veces nuestro organismo continúa en alerta aunque el peligro haya pasado.
Evitación
Evitar situaciones semejantes a la que nos produjo pánico o terror es una forma de manejar el miedo y la sensación de estar en peligro. Suele evitarse todo aquello que nos recuerda directa o indirectamente a la agresión sexual sufrida, como el lugar donde ocurrió, las personas parecidas al agresor…etc. También se evita pensar o hablar de lo ocurrido para no sentir dolor.
La necesidad de apartarse de las emociones y de los sentimientos tanto negativos como positivos hace que nos sintamos distantes, alejadas y aisladas de las personas queridas, de las cuales hemos de recibir apoyo y afecto.
Cuando los pensamientos y los sentimientos son muy dolorosos, la mente los bloquea, de manera que no se recuerdan algunos momentos de la agresión; se conoce con el nombre de amnesia traumática. El recuerdo traumático puede recuperarse espontáneamente o durante el proceso terapéutico.
Tristeza, desánimo y rabia
La tristeza puede fácilmente alternarse con sentimientos de rabia, no sólo hacia el agresor, sino también hacia otras personas cercanas. Si no está acostumbrada a sentirse rabiosa o enfadada, puede sentirse muy desconcertada ante su conducta hostil, irritable, e incluso agresiva hacia los demás, sobre todo hacia las personas más cercanas. No resulta fácil manejarla sin perder el control. La relación con los demás se vuelve tensa y es difícil conseguir intimidad. Esto puede confundir fácilmente a aquellas personas próximas que desean ayudarla.
El mundo que la rodea puede parecer distinto, más gris, menos amigable, y las personas ya no son de su confianza. Su concepción del mundo ha cambiado. Ahora vive en un mundo distinto, que ya no es predecible ni controlable. Ha perdido la sensación de seguridad y confianza y siente que después de la agresión es una persona más vulnerable e indefensa. La tristeza es la expresión de todo lo que siente que ha perdido tras la agresión.
Culpa, vergüenza
Muchas personas inocentes involucradas en una situación traumática se culpan por las cosas que hicieron o dejaron de hacer para sobrevivir. Por ejemplo, algunas mujeres se sienten culpables de no haberse defendido; otras, de haberlo hecho. Sentirse culpable significa responsabilizarse de lo que hizo el agresor.
Puede sentirse avergonzada y tener la necesidad de ocultar lo ocurrido a otras personas. Estos sentimientos de culpabilidad pueden permanecer incluso cuando otros síntomas ya han desparecido y dificultar la recuperación del ánimo, la autoestima y la búsqueda de ayuda.
continúa… …