martes, 6 de julio de 2021

OPTIMISMO

… No se trata de ser excesivamente optimista, ni demasiado pesimista, es decir, no se nada realista ni verlo todo negativo. Hay que dar a la vida su justo valor; adoptar posturas menos extremas con tendencia hacia el optimismo.
Se puede ser optimista, lo cuál depende de nuestra interpretación ante una situación. Hay que aprender a ver dicha situación de una forma global y evaluar lo positivo, negativo y neutro que hay en ella. Lo principal es no apresurarse a las consecuencias negativas.
Ver las cosas peor de lo que son provoca bloqueo, al considerarse incapaz de afrontar la situación y ansiedad provocada por adelantarse a un supuesto daño. Cada momento de nuestra vida es diferente y con muchas posibilidades. El hecho de que en una ocasión similar saliera algo mal, no tiene por qué volver a suceder.
No hay que confundir optimismo con ingenuidad o negación de la realidad, ya que ser optimista no implica negar los problemas que la realidad presenta, sino asumir su existencia y definir estrategias de acción basadas en la esperanza para afrontar la realidad y transformarla.
Hablando de optimismo hay que mencionar a Martín E. P. Seligman, psicólogo de la Universidad de Pensilvania y considerado uno de los principales expertos en la llamada psicología positiva (rama que estudia los factores que favorecen el bienestar psicológico). Y por supuesto citar su obra Aprenda optimismo”. Libro de autoayuda donde se exponen las diferencias entre optimistas y pesimistas, tests para evaluar niveles de optimismo y pesimismo así como técnicas para transformar los pensamientos negativos…

Cuentos para personas inteligentes

… Este es un fragmento de un libro de Enrique Mariscal, ”Cuentos para regalar a personas inteligentes”, con el cual nos ayuda a despertar nuestra conciencia a través de sus cuentos… 
La clase desbordaba a la profesora: ruido, desorden… el cuadro era caótico. El supervisor intervino: ¿Algún problema? -Preguntó.
He perdido mi corcho: 
Estoy abrumada -dijo la maestra-, no sé qué hacer con esos chicos… El ministerio no me manda material didáctico, no tengo medios para plantear la clase.
El supervisor vio un corcho en el desordenado escritorio. Lo cogió y, con aplomo, se dirigió a los chicos: ¿Qué es esto?
Un corcho señor… -gritaron los alumnos, sorprendidos.
Bien. ¿De dónde salió?
De la botella, señor… lo coloca una máquina… De la madera… de un árbol… del alcornoque…

-respondían, animados, los niños. ¿Y qué puede se hacer con madera? -continuaba, estusiasta, el docente. 
Sillas, una mesa, un barco…
Bien, tenemos un barco. ¿Quién lo dibuja? ¿Quién hace un mapa en la pizarra y coloca el puerto más cercano para nuestro  barquito? Escriban a qué país corresponde. ¿Qué otro puerto hay cerca de él? ¿Qué poeta conocen que naciera allí? ¿Alguien recuerda una canción de este lugar?…
La maestra estaba impresionada. Al terminar la clase dijo: Señor, nunca olvidaré lo que me enseñó hoy. Gracias.
Pasó el tiempo. El supervisor volvió a la escuela y buscó a la maestra. Estaba acurrucada detrás de su escritorio, los alumnos otra vez en total desorden…
Señora, ¿cómo está? ¿No se acuerda de mí?
Sí, ¡cómo olvidarme! ¡Qué suerte que haya regresado! No encuentro el corcho. ¿Dónde lo dejó?