miércoles, 7 de julio de 2021

PSICOPATOLOGÍA


Objeto de la psicopatología:
1.Descripción, observación y evaluación de la conducta anormal.
2.Investigación de las causas y factores mantenedores y productores de la conducta anormal.

Primero se ha de definir conducta anormal, lo cual no es sencillo, ya que no hay un solo criterio que la defina. Una conducta anormal la podríamos definir en función de:
- Frecuencia e intensidad.
- Que los demás la perciban como irracional o incomprensible.
- Que sea molesta para sí mismo (sufrimiento).
- Conducta no adaptativa.
- Violación de las normas éticas no escritas (implícitas) (por ejemplo, una persona que va a casa de un amigo y se quita la ropa).
Existen unos principios fundamentales para analizar estas características anteriores:
- No es necesario que se den todas.
- Ninguna es suficiente para que se dé una psicopatología.
- Siempre han de darse al menos dos de las características anteriores para que se dé una psicopatología.
- Ninguna conducta es por sí misma anormal.
Lo que hay que calificar como normal-anormal es el binomio conducta-contexto.
Por tanto la psicopatología es el estudio de las causas y naturaleza de las enfermedades mentales. Puede desarrollarse según distintos enfoques y modelos:
Modelo biológico tradicional
Este modelo entiende que la enfermedad mental es igual a la enfermedad física, por lo que posee una etiología orgánica. Además, tendrá un curso determinado y un propósito concreto. Para esta modelo, la conducta anormal no es más que un mero síntoma que indica una alteración orgánica. El tratamiento será de tipo orgánico médico.
Modelo intrapsíquico
Su máximo representante es Freud. Según este modelo la enfermedad mental está causada por las tensiones generadas por las fuerzas dinámicas enfrentadas dentro de la mente. Estas fuerzas actúan a nivel inconsciente.
Modelo conductual
El postulado principal de este corriente nos dice que no existe diferencia esencial entre la conducta patológica y la conducta normal. Ambas son fruto del aprendizaje a partir del ambiente. Se da una gran importancia a las influencias ambientales dejando las biológicas y genéticas en un segundo plano, aunque no se descartan por completo. Se basan en la observación de la conducta y no tienen en cuenta los procesos mentales. El tratamiento en este modelo pasa por la modificación de la conducta tanto manifiesta como inferida.

Modelo cognitivo
Fundamentalmente es un modelo de procesamiento de la información y por lo tanto la sicopatología será causada por alteraciones de algún tipo de procesamiento. Este modelo no estudia la conducta anormal manifiesta, sólo sus procesos.
Modelos humanistas
La conducta anormal está causada por un yo irreal, inconsciente o desorganizado y por las exigencias externas excesivas.
Modelos científicos
Existen dos tipos:
1. Exógenos: enfocan la conducta anormal desde tres puntos de vista:
Etiológico: estudia la influencia del ambiente (educación) en la conducta anormal.
Evolutivo: estudia como influyen las experiencias de las personas con alto riesgo de patología.
Aprendizaje: buscan modelos de aprendizaje que expliquen la aparición de los trastornos.
2. Endógenos: también enfocan el estudio de la conducta anormal desde tres puntos de vista:
Genético: la psicopatología como conducta influenciada por los factores transmitidos.
Ambiente interno: estudian la influencia del ambiente interno del organismo, por ejemplo la influencia del metabolismo en la conducta anormal.
Neurofisiológico o neuroanatómico: se refiere concretamente a eventos que suceden en el Sistema Nervioso, que influyen en la sicopatología (por ejemplo: daño en un neurotransmisor).
Estos seis modelos reconocen que son incapaces de explicar la sicopatología por sí solos y por lo tanto son modelos complementarios. De hecho cuando utilizamos estos modelos complementándolos, hay muchos trastornos para los que podemos explicar razonablemente su etiología, funcionamiento y perseverancia.

EL DUELO 2


CUATROS PASOS DEL DUELO
Aceptar la pérdida
Aunque sea la cosa más difícil que has hecho en toda tu vida, debes llegar a aceptar esta dura realidad: tu ser querido ha muerto y no va a regresar. Aceptar con la cabeza es fácil, sabes que ha muerto. Lo difícil es aceptar con el corazón. Es pues muy normal un tiempo (pueden ser meses) en el que te niegues o te rebeles contra la dura realidad. Date tiempo.
Hablar de tu pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el cementerio o el lugar donde se esparcieron los restos…Todo esto te puede ayudar poco a poco, y con mucho dolor, a ir aceptando el hecho de la muerte. Sabrás que has podido dar este paso, cuando pierdas toda esperanza de recuperar a tu familiar o amigo, será el momento de la verdadera despedida.
Aceptar la pérdida puede resultar especialmente difícil si la muerte fue inesperada o violenta, si estabas lejos cuando ocurrió y no pudiste participar en los ritos funerarios, si no se recuperó el cadáver, si se trata de la muerte de un niño…

Sentir el dolor
Necesitas también sentir el dolor y todas las emociones que le acompañan: tristeza, rabia, miedo, impotencia, desesperación, culpa…
Habrá personas que te dirán: “Tienes que ser fuerte”. No les hagas caso. No escondas tu dolor. Comparte lo que te está pasando con tu familia, amigos de confianza…No te guardes todo para ti mismo por miedo a cansar o molestar. Busca aquellas personas con las cuales puedes expresarte tal y como estás.
Si no quieres compartir o mostrar tus emociones a otros, no tienes porque hacerlo, pero debes buscar otras manera de dar salida y vivir tus emociones en privado.
Aprender a vivir sin esa persona
Recuerda que hay tiempo para todo, para sentir y vivir el duelo, pero también para hacer, para ocuparte de las muchas actividades de la vida cotidiana. Aunque sientas que el mundo se ha parado para ti, también es cierto que la vida sigue con sus muchas y quizás nuevas exigencias. Una actitud adecuada sería aquella que busca un cierto equilibrio entre el sentir y el hacer.
Así, hacer el duelo significa también aprender a vivir sólo/a, aprender a tomar decisiones por ti mismo/a, aprender a desempeñar tareas que antes hacía el fallecido, aprender nuevas formas de relación con la familia y amigos, aprender un nuevo sentido del mundo y de uno mismo…
Recuperar el interés por la vida y por los vivos
Llega un momento en que sabes que es necesario soltar el dolor y el pasado. La vida te espera llena de nuevas posibilidades.
No hay nada malo en querer disfrutar, en querer ser feliz, en querer establecer nuevas relaciones… En el caso de la muerte de la pareja, no hay motivo para avergonzarse si aparece de nuevo el deseo sexual. En realidad, el corazón herido cicatriza abriéndose a los demás.
Finalizar el duelo no es olvidar… Para cada persona puede significar cosas distintas:
  • Puede significar llegar a perdonarle y perdonarte por todo lo que quizás no fue la relación, por todo lo negativo, por el daño causado…
  • Pensar en él o ella sin sentir ya ese latigazo de dolor y recordarle con ternura y agradecimiento por lo vivido juntos.
  • Es poder dar un sentido a todo lo que has vivido en estos meses o años.
  • Es entender con el corazón en la mano que el AMOR no se acaba con la muerte.
COMO AYUDAR A ALGUIEN QUE HA PERDIDO UN SER QUERIDO
Si quieres acompañar a un familiar o amigo que ha perdido un ser querido, y no sabes cómo hacerlo, te propongo una serie de indicaciones sobre la mejor manera de ayudarle.
Evitar las frases hechas.

La incomodidad nos mueve a recurrir a expresiones que no ayudan para nada: “Tienes que olvidar”, “Mejor así, dejó de sufrir”, “El tiempo todo lo cura”, “Manténte fuerte por los niños”, “Es la voluntad de Dios”, “Es ley de vida”…
Lo que más suelen necesitar al principio es hablar y llorar. No decirle que tiene que sobreponerse, ya lo hará a su tiempo.
Si no sabes que decir, no digas nada. Escucha, estate presente, sin pensar que tienes que dar consejos constantemente o estar levantando el ánimo.
Si no sabes que hacer, colaborar en algunas tareas cotidianas (hacer la compra, ir a buscar a los niños…) o encargarte del papeleo, puede ser una buena manera de ayudarlo/a.
Tener en cuenta las actitudes que no ayudan.
No le digas que le comprendes si no has pasado por una situación similar.
No intentes buscar una justificación a lo que ha ocurrido.
No te empeñes en animarle/a o tranquilizarle/a. Posiblemente lo que necesita sólo es que le escuches.
No le quites importancia a lo que ha sucedido hablándole de lo que todavía le queda.
No intentes hacerle ver las ventajas de una nueva etapa en su vida. No es el momento.
Dejar que se desahogue.
Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia, el miedo…por la muerte de un ser querido, suele ayudar a elaborar el duelo.
Estás equivocado/a si piensas que verle o dejarle llorar y emocionarse no sirve más que para añadir más dolor al dolor.
Estas equivocado/a si crees que ayudar a alguien que sufre es distraerle de su dolor. Mediante la vivencia y expresión de los sentimientos, la persona en duelo suele sentirse aliviada y liberada.
No temas nombrar y hablar de la persona fallecida por miedo a que se emocione. Si llora, no tienes que decir o hacer nada especial, lo que más necesita en esos momentos es tu presencia, tu cercanía, tu compañía y tu afecto.
No temas tu mismo llorar o emocionarte. No hay nada malo en mostrar tu pena, en mostrar que a ti también te afecta lo que ha pasado, en mostrar que te duele ver a tu amigo/a o familiar en esa situación.
Permitir que hable del ser querido que ha muerto.
Permitir que hable todo el tiempo y todas las veces que lo necesite.
Comparte con tu familiar o amigo/a recuerdos de la persona fallecida (ver fotos, contar anécdotas…)
Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer.
Hay personas que viven un duelo privado y no les gusta exteriorizar sus emociones. Respetaremos también su necesidad de no hablar.
Mantener el contacto. El contacto puede mantenerse de muchas maneras. Puedes hacerle una visita, quedar para tomar un café o dar un paseo, enviar una carta o un email. Con una llamada telefónica, por ejemplo, puedes romper su soledad y recordarle que no está solo/a, que alguien está pensando en él o ella.
Las fiestas y aniversarios son momentos particularmente dolorosos en los que podemos hacer un esfuerzo especial para estar cerca de la persona en duelo.

EL DUELO 1

El duelo es la reacción adaptativa natural, normal y esperable ante la pérdida de un ser querido. Elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores: tipo de muerte (esperada o repentina, apacible o violenta…), de la intensidad de la unión con el fallecido, de las características de la relación con la persona perdida (dependencia, conflictos, ambivalencia…), de la edad… La duración del duelo por la muerte de una persona muy querida puede durar entre 1 y 3 años.
Podemos decir que hemos completado un duelo cuando somos capaces de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él o ella, cuando hemos dejado de vivir en el pasado y podemos invertir de nuevo toda nuestra energía en lala vida y en los vivos.
Es un proceso único e irrepetible, dinámico y cambiante momento a momento, persona a persona y entre familias, culturas y sociedades. No es un proceso que siga unas pautas universales.
Características del Duelo
  • Se relaciona con la aparición de problemas de salud: riesgo de depresión y ansiedad generalizada o crisis de angustia en el primer año.
  • Aumento del abuso de alcohol y fármacos.
  • Entre un 10-34 % de los dolientes desarrollan un duelo patológico.
  • Aumenta el riesgo de muerte principalmente por eventos cardiacos y suicidio.
  • La población en duelo demanda un mayor apoyo sanitario, incrementando el consumo de recursos, quizá por la pérdida de las redes sociales y con ellas de muchos de los recursos clásicos para el doliente (familiares, religiosos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo,…).
Reacciones más comunes
Cada duelo, como cada persona es único, por lo que no hay que sentirse obligado a tener todas las sensaciones y experiencias descritas:
SENTIMIENTOS
  • Negación / incredulidad (no puede ser verdad, se piensa y actúa como si el ser querido continuara vivo…)
  • Insensibilidad (como si le estuviese pasando a otro).
  • Enojo /rabia /resentimiento (contra todos y contra todo).
  • Tristeza (sentir una pena muy grando y todo hace llorar).
  • Miedo / angustia (sentimientos de inquietud, confusión, desamparo…)
  • Culpa / autorreproches (por creer que no se ha hecho lo suficiente…)
  • Soledad.
  • Alivio.
  • Sensación de oír o ver al fallecido (son sensaciones pasajeras).
  • Ambivalencia / cambios de humor.
SENSACIONES CORPORALES
Náuseas, palpitaciones, opresión en la garganta, el pecho, nudo en el estómago, dolor de cabeza, pérdida de apetito, insomnio, fatiga, sensación de falta de aire, punzadas en el pecho, pérdida de fuerza, dolor de cabeza, dolor de espalda, pérdida de apetito, temblores, hipersensibilidad al ruido, dificultad para tragar, oleadas de calor, visión borrosa, dificultad para tragar…
COMPORTAMIENTOS DESPUÉS DE LA PÉRDIDA
Llorar, suspirar, buscar y llamar al fallecido, hablar con el fallecido, querer estar solo, evitar a la gente, dormir poco o en exceso, distracciones, olvidos, falta de concentración, soñar o tener pesadillas, falta de interés por el sexo, no parar de hacer cosas o apatía…
CRONOLOGÍA DEL DUELO
La enorme variabilidad del duelo depende de las características de la persona en duelo, su situación personal y antecedentes, de “quien” es la persona fallecida para el doliente, de las causas y circunstancias de su fallecimiento, de las relaciones sociofamiliares, y de las costumbres sociales, religiosas, etc. de la sociedad en la que vive.
El médico de familia es el único especialista del ámbito sanitario al que acuden normalmente los dolientes y el único que puede atender la morbilidad asociada al duelo, así como el dolor, la disfunción y la incapacidad ocasionados por el conjunto de circunstancias personales, familiares y sociales que conlleva el proceso del duelo.

Predictores de riesgo de mala evolución del duelo
La muerte siempre va asociada a unas circunstancias que se pueden desglosar en: causa de la muerte; quién era el fallecido para el doliente y tipo de relación entre ellos; personalidad y recursos psicoemocionales del doliente; y finalmente la situación familiar, social, laboral, cultural, etc. que está viviendo el doliente en esos momentos. Este conjunto puede ser considerado normal, en el sentido de que no añade por sí mismo dificultades a las ya propias del duelo, o por el contrario puede complicarlo enormemente.
Podemos considerar predictores de malos resultados o de dificultades en la elaboración del duelo, los siguientes:
  • Muertes repentinas o inesperadas; circunstancias traumáticas de la muerte (suicidio, asesinato).
  • Pérdidas múltiples; pérdidas inciertas (no aparece el cadáver).
  • Muerte de un niño, adolescente, (joven en general).
  • Doliente en edades tempranas o tardías de la vida.
  • Muerte tras una larga enfermedad terminal; muerte por SIDA.
  • Doliente demasiado dependiente; relación ambivalente o conflictiva con el fallecido.
  • Historia previa de duelos difíciles; depresiones u otras enfermedades mentales.
  • Tener problemas económicos; escasos recursos personales como trabajo, aficiones.
  • Vivir sólo; poco apoyo sociofamiliar real o sentido; alejamiento del sistema tradicional socio-religioso de apoyo (emigrantes).
  • Crisis concurrentes, laborales, económicas, judiciales….
Hay varias situaciones en las que la intervención de un profesional está claramente indicada:
  • El doliente pide ayuda expresa para su proceso. 
  • El profesional valora que la ayuda es necesaria. 
  • Existen varios predictores de riesgo asociados. 
  • Detectamos pistas que nos orientan hacia un posible duelo complicado.

TRANSTORNOS DELIRANTES (2)

Evolución y pronóstico
La literatura sobre el tema ha venido defendiendo el buen pronóstico de la paranoia frente a la esquizofrenia, en el sentido de una mejor recuperación funcional y social. Sin embargo, es puesta en duda la buena evolución de los trastornos delirantes por algunos autores…
Como factores de buen pronóstico se señalan:
- El sexo femenino.
- La buena adaptación social y laboral premórbida.
- El inicio antes de los 30 años.
- Un comienzo agudo, con presencia de factores precipitantes y breve duración del episodio.
- En cuanto al tipo de delirio parece que el persecutorio es el de mejor pronóstico.
- La intervención precoz parece relacionarse también con un mejor pronóstico.
Epidemiología
La estimación sobre la prevalencia del trastorno delirante es de escasa fiabilidad. La heterogeneidad de los criterios utilizados en distintos países hace que queden a veces solapados con la esquizofrenia o con las psicosis delirantes crónicas.
Generalmente, la edad de inicio del trastorno delirante es a mediados de la edad adulta o algo después, pero puede aparecer a una edad más temprana.
El curso es muy variable. El trastorno suele ser crónico, especialmente en el tipo persecutorio, aunque a menudo se producen oscilaciones en cuanto a la intensidad de las creencias delirantes.
En otros casos puede haber largos períodos de remisión, seguidos de recaídas. No obstante, también el trastorno puede remitir en unos pocos meses, a menudo sin recaídas.
Algunos estudios han encontrado que el trastorno delirante es más frecuente en familiares de sujetos con esquizofrenia de lo que sería esperable por azar, mientras que otros estudios no han encontrado una relación familiar entre el trastorno delirante y la esquizofrenia. 
Hay datos que indican que los trastornos paranoide y por evitación de la personalidad pueden ser especialmente frecuentes entre los familiares biológicos de primer grado de los sujetos con trastorno delirante.
Tratamiento
La mayor dificultad en el tratamiento de los trastornos delirantes radica en la escasa conciencia de enfermedad de quienes los padecen. En consecuencia, suelen ser reacios a pedir ayuda médica y, cuando acceden a los servicios sanitarios de forma involuntaria, su tendencia es mantener una escasa adherencia al tratamiento.
Los datos sobre eficacia del tratamiento farmacológico en estos trastornos son escasos. El clínico tiene que recurrir a la extrapolación de las evidencias sobre tratamiento de la esquizofrenia. En este sentido, parece que los antipsicóticos, en general, pueden ser eficaces en la reducción de la sintomatología delirante.
No hay datos que demuestren la eficacia de ninguna modalidad de psicoterapia. En principio, lo más recomendable es iniciar una relación terapéutica, con el objetivo de conseguir la confianza y colaboración del enfermo.

TRANSTORNOS DELIRANTES (1)


El Trastorno delirante es una enfermedad mental psicótica que incluye mantener una o más ideas delirates de cualquier otra psicopatología significativa. En particular, la persona con trastorno delirante no ha cumplido nunca los criterios para la esquizofrenia y no tiene alucinaciones marcadas, aunque pueden estar presentas alucinaciones táctiles u olfativas si éstas están relacionadas con el tema del delirio.

Los criterios diagnósticos para el trastorno delirante, según el DSM-IV-TR son:
A. Ideas delirantes no extrañas (p. ej., que implican situaciones que ocurren en la vida real, como ser seguido, envenenado, infectado, tener una enfermedad…) de por lo menos un mes de duración.
B. Nunca se ha cumplido el Criterio A para la esquizofrenia.
Nota: En el trastorno delirante puede haber alucinaciones táctiles u olfatorias si están relacionadas con el tema delirante.
C. Excepto por el impacto directo de las ideas delirantes o sus ramificaciones, la actividad psicosocial no está deteriorada de forma significativa y el comportamiento no es raro ni extraño.
D. Si se han producido episodios afectivos simultáneamente a las ideas delirantes, su duración total ha sido breve en relación con la duración de los períodos delirantes.
E. La alteración no es debida a los efectos fisiológicos directos de alguna sustancia (p. Ej., una droga o un medicamento) o a enfermedad médica.
Características diagnósticas
La sintomatología del trastorno de ideas delirantes se caracteriza por la presencia de un sistema delirante, bien estructurado. No suelen estar presentes los fenómenos pseudoperceptivos, aunque a veces, pueden presentarse ilusiones auditivas, algunas alucinaciones en forma de voces externas insultantes; sin embargo, nunca son centrales en el cuadro clínico.
Los trastornos formales del pensamiento están ausentes, como la disgregación/incoherencia, observándose un pensamiento lógico y bien construido.
La afectividad está bien conservada, con ausencia de la sintomatología negativa propia de los pacientes esquizofrénicos. Caracterizada, por una carga emocional intensa en la dirección de la desconfianza y suspicacia.
La personalidad se mantiene integrada, no aparecen comportamientos extravagantes, conservando la capacidad de adaptación al entorno sociolaboral.
El síntoma fundamental del trastorno son las ideas delirantes, cuyas características se describen a continuación:
- El sistema delirante surge como una continuidad en la biografía del sujeto, es decir, se trata de un “desarrollo”. El delirio surge a partir de unos rasgos de personalidad, tales como suspicacia, desconfianza, sentimientos de inseguridad y tendencia a emitir juicios erróneos.
- Se acompañan de una carga emocional intensa, responsable de la deformación de sus interpretaciones y juicios sobre la realidad.
- Se trata de ideas delirantes secundarias y no primarias, como las propias de la esquizofrenia.
- Las ideas delirantes tienden a constituirse en un sistema delirante bien estructurado. Se construye sobre un sistema lógico de pensamiento, lo que hace aún más difícil la crítica del mismo.
- En su proceso evolutivo tiende a seguir activo, enriqueciéndose con nuevas interpretaciones erróneas sobre la realidad.
- Generalmente tienen un contenido autorreferencial (p. Ej., que acontecimientos casuales tienen un significado especial).
Formas clínicas
El DSM-IV-TR incluye en el apartado de trastorno de ideas delirantes los siguientes subtipos:
- Erotomaníaco: Descrito por Clérambault dentro de las psicosis pasionales, junto al delirio de celos y el de reivindicación. La peculiaridad del tema delirante reside en que el paciente, generalmente una mujer, desarrolla repentinamente la creencia delirante de que un hombre, con el que nunca ha tenido relación, está enamorado de ella. Suele ser de un rango social superior a la paciente y se encuentra en estrecha comunicación con ella.
- Grandiosidad: El paciente se atribuye facultades especiales que le hacen sentirse por encima de los demás seres humanos. La asociación con estado anímico expansivo, consecuencia de sus vivencias delirantes, hace que este cuadro pueda ser confundido con un trastorno bipolar. Sin embargo, la estructura de las ideas delirantes, la ausencia de los trastornos del curso de pensamiento (aceleración, fuga de ideas), el inicio tardío y la evolución crónica, sin crítica de sus contenidos delirantes, son datos para el diagnóstico diferencial.
- Celotípico: También denominado síndrome de Otelo. El tema central de la temática delirante es la infidelidad de la pareja. Se basa en inferencias erróneas y pruebas minuciosas que la paciente trata de reunir para argumentarlas frente a su pareja como prueba de la infidelidad.
- Persecutorio: Se trata del subtipo más frecuente en los trastornos de ideas delirantes. El paciente se cree perseguido por personas y objeto de conspiraciones ocultas. Llegan a establecer una verdadera sistemática delirante a partir de las pruebas e indicios, que recogen de cualquier acontecimiento banal, que se produce en su entorno. Se han descrito en estos pacientes rasgos de personalidad premórbida caracterizados por sentimientos de baja autoestima.
- Somático o hipocondríaco: Existe la convicción delirante en estos pacientes de padecer una enfermedad física, frente a toda evidencia de lo contrario. Pueden tomar diferentes temas, como el delirio de dermatozoos (estar invadido de parásitos en la piel), dismorfofobias (deformidad física), etc.

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martes, 6 de julio de 2021

RESILIENCIA


… RESILIENCIA es la capacidad de las personas para sobreponerse a tragedias o períodos de dolor emocional. Si tenemos una personalidad resiliente, podremos, incluso, salir fortalecidos de esas situaciones probemáticas ya que las afrontamos con la serenidad necesaria para aprender de ellas.
Algunos estudios indican que la resiliencia se adquiere en la infancia gracias a la influencia de una relación segura y amorosa con la madre o una figura cuidadora similar. Posteriormente, otro tipo de vínculos pueden ayudarnos a contruir nuestra resiliencia personal.
Factores o Características que diferencian a las personas, a la hora de promover la resiliencia  (Edith Henderson):
Apoyos externos que promueven la resiliencia, la fuerza interior que se desarrolla a través del tiempo y que protege a aquellos que se encuentran ante una adversidad, y los factores interpersonales, es decir la capacidad de resolución de problemas ante una dificultad o adversidad.

La mayoría de las personas cuentan con algunos de estos factores, otras con todos, solo que no saben cómo utilizarlos en los momentos adversos. Otras personas solo son resilientes en una determinada situación. Normalmente la persona es resiliente en las situaciones más conocidas, pero pierden el control en situaciones nuevas.
Necesitan que otros les ayuden, y necesitan saber pedir ayuda. Es cierto que en muchas ocasiones piden ayuda de forma encubierta, es decir, no dicen directamente lo que quieren o lo que pasa, pudiendo esto crear conflictos, en vez de resolverlos.
Es por esto que la persona directa, asertiva, y sincera, y con una valoración de sí misma, tiene muchos menos problemas a la hora de pedir ayuda, para saber cómo pueden hacer frente a las situaciones de peligro si no dispone de alguno de los factores ya nombrados, de forma muy abreviada.
Fuentes de la resiliencia (Edith Grotberg)

Estas fuentes son para hacer frente a las adversidades, superarlas y salir de ellas fortalecido. Los niños toman factores de resiliencia de estas fuentes que se visualizan en las expresiones verbales de los sujetos (niños, adolescentes o adultos) con características resilientes:
El tengo: 
  • Son las personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente.
  • Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder.
  • Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito aprender.
El soy o estoy:
  • Alguien por quien los otros sienten aprecio y cariño.
  • Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.
  • Respetuoso de mí mismo y del prójimo.
  • Dispuesto a responsabilizarme de mis actos, es decir que todo saldrá bien. 
El puedo:
  • Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan es buscar la manera de resolver mis problemas, de ccontrolarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.
  • Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar y encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.